*Por Luis Ulla, Director de IARSE
Sin dudas que el año 2020 que estamos concluyendo no quedará en nuestro recuerdo como un año cualquiera. Nuestra “normalidad cotidiana” invariable durante años, se vio inesperadamente cambiada y de un modo muy profundo; al punto que, en menos de una semana, ya nos veíamos tratando de mejorar nuestras conexiones para iniciar un modelo intensivo de comunicación digital.
De pronto ese “triángulo de restricciones” a través del cual observábamos la realidad empezó a desarmarse. Me refiero a tres restricciones básicas con las que nuestro cerebro chequeaba permanentemente la viabilidad de muchas de nuestras ideas y ocurrencias. La base de esa limitación triangular está relacionada con la disponibilidad de los recursos materiales que nos permiten creer que una idea creativa, se puede transformar en una concreción innovadora. Los dos laterales de ese triángulo, son las nociones de espacio y de tiempo, con las que conjugamos siempre la palabra posibilidad o el verbo poder. Muchas veces descartamos ideas recién nacidas en nuestro cerebro, simplemente porque las consideramos impracticables en términos de espacio y de tiempo. Pensemos por ejemplo en nuestra Conferencia Anual de Sustentabilidad y Responsabilidad Social ConfIARSE. La misma suponía disponer de un salón con todos sus servicios, de un equipo organizador que debía trasladarse hasta allí, y sobre todo de oradores y participantes, algunos de los cuales debían trasladarse recorriendo largas distancias y viajando durante muchas horas. ¿Cómo pensar en que es razonable que una persona viaje un mínimo de 28 horas en avión, para hablar y compartir sus ideas por menos de tres cuartos de hora? Espacio y tiempo eran claras -y a veces indiscutibles-limitaciones. Olvídate de esa idea, no es viable. Y si le sumas el costo, muchísimo más.
Pero ¿qué pasa cuando descubrimos que podemos crear un ámbito virtual en donde personas que se encuentran a más de 14.000 km de distancia, pueden fácilmente -y con un mínimo esfuerzo y de renuncia- presentar y compartir sus ideas, sus reflexiones, plantearnos sus dudas, contagiarnos su visión y por ende su optimismo? Cuando podemos escucharlas y preguntarles, sentimos que se han caído dos barreras que nos limitaban seriamente.
Y así, no sólo se pudieron hacer más de 10 talleres de Networking y otras cinco conversaciones temáticas, junto a una Conferencia realmente Internacional. También pudimos llevar a cabo procesos activos de sensibilización y capacitación a nuestras empresas miembros, y a las que componen sus cadenas de valor, sin importar el lugar ni el país en donde éstas se encuentren. Se concretaron una serie de procesos de acompañamiento y animación para la aplicación -en modo auto diagnóstico- de los Indicadores Ethos-IARSE e IndicAGRO de Sustentabilidad y Responsabilidad Social, tanto para empresa de el sector industrial y comercial, como para el sector agropecuario. La caída de las barreras espacio-temporales permitieron incluso proponernos un trabajo en conjunto con la gente de Henkel, para poner en marcha y concluir un proceso de aplicación de indicadores, que permitió comparar -en materia de S&RS- la operación de la compañía en seis países de América Latina. Y como “guinda del postre” el haber podido llevar adelante todo ese proceso, trabajando junto a nuestros amigos y maestros del Instituto Ethos de Brasil, y en colaboración de las organizaciones colegas de estos países.
La caída de la pesada cortina de limitación lateral, compuesta por una resistente aleación de espacio y de tiempo, permitió recuperar un sueño semi abandonado: el poder volver a reunirnos entre todas las organizaciones que promovemos la sustentabilidad y la gestión responsable de empresas y organizaciones a lo largo de toda América latina y de otros países de habla hispana. Resulta increíble, que en este asfixiante 2020, hayamos podido sentar las bases para la creación de una plataforma de ética sustentabilidad y responsabilidad social a la que ya comenzamos a llamar PLATESUR. Ella pretende reunir a todas aquellas organizaciones que día a día trabajan para difundir el concepto y la práctica de una gestión responsable orientada a la sustentabilidad.
Pero decíamos que de las tres limitaciones originales del pensamiento práctico, sólo dos se han desvanecido en el contexto de la pandemia.
Es evidente que el efecto pandemia, y particularmente el modelo de cuarentena con que cada administración busco capear la pandemia, no sólo no mejoró nuestra situación en términos de las limitaciones materiales o de recursos; sino que, muy por el contrario, vinieron para empeorarla. La existencia de una poderosa variable limitante del pensamiento práctico en términos materiales, se hace mucho más evidente cuándo es posible establecer algunas comparaciones.
Durante la pandemia -que es una sola- y las cuarentenas -que son muchas y muy variadas, se puso en evidencia el enorme grado de desigualdad que seguimos arrastrando como humanidad, más allá de qué nos consideremos seres evolucionados.
Para muestra basta un botón: el acceso a las tecnologías de la informática y la comunicación (TIC’s). Este se evidenció como un recurso que al momento de no poder salir a la calle, se tornó vital para sostener un mínimo piso de dignidad; pudiendo hacer actividades tan esenciales como educarnos, enseñar, aprender, ser atendidos por un médico, pedir ayuda, comunicarnos con los seres queridos a quienes no podíamos visitar, hacer compras de bienes esenciales, recrearse, etc.
La pandemia como hecho histórico, trazó una clara línea divisoria entre quienes teníamos esa posibilidad y quienes quedaron excluidos de ella.
Nadie duda que quedar fuera del acceso a las TIC’s supone una profundización en la exclusión, y por ende un empantanamiento casi decisivo en la marginalidad. Los cientos de miles de niños y niñas, adolescentes y jóvenes que se nos cayeron del sistema educativo -en el país y muchos mas en el mundo-, son una parte demasiado importante del tesoro de una generación; representan lo más valioso de una especia, y de ahí el sentimiento de pena, desilusión, impotencia y bronca por esta verdadera injusticia sobre la injusticia. Sostener esta situación y no haberla colocado dentro de las cinco principales problemáticas para debatir en la agenda pública (salud, educación, trabajo, alimentación y techo) es lo que la torna en profunda vergüenza, que además viene envuelta en el papel mojado de una sensación de fracaso y de derrota irreversible que se pega y unifica con el contenido. Las élites de cada sociedad deberán rendir cuentas de este desentendimiento; error u omisión, que se agrava con el hecho de estar abocadas -aún hoy- en el debate de temas que como mínimo se pueden tildar de inoportunos, cuando no devienen directamente en impúdicos.
Celebremos todos los avances que esta nueva virtualidad redescubierta nos permitió concretar, pero no olvidemos lo que aún no hemos sido capaces de conseguir dentro del campo de la dignidad humana y la extensión de los bienes comunes. Que el 2021 no nos deje atrasar aun más esa agenda primaria.
¡Gracias por acompañarnos!