La aparición inesperada del Covid-19, y su evolución a escala planetaria en menos de 90 días, está demostrando que están en juego muchas cuestiones importantes en materia desalud.
Todas ponen el foco de la solución en el cuidado, como dimensión y actitud vital. Ese cuidado –al decir de Bernardo Toro– supone tomar conciencia de que existen círculos concéntricos en donde se refleja el impacto de nuestras conductas; el primero comienza por el cuidado de uno mismo, y se expande gradualmente hacia los cercanos, los lejanos, los extraños o desconocidos y finalmente a la Casa Común (la Tierra). Es por eso que nos pareció oportuno compartir algunas reflexiones:
Está en juego, sin dudas, la salud en términos físicos o fisiológicos. Esta variedad de Corona Virus ataca al cuerpo de las personas y puede causarles daños severos, incluso la muerte. Poder detener la propagación y evitar sus efectos, depende del estado de salud de la conciencia social y de la equidad elemental, ya que el igualitario acceso a éstos activos es el que permite a todos los habitantes poder disponer de las mismas herramientas básicas: poder cuidar de sí mismos, y a la vez poder cuidar de los demás.
Vemos que la afectación de la salud física de las personas, está poniendo a prueba a los sistemas de salud pública que cada sociedad fue capaz de crear y proteger.
La presión sobre los sistemas de salud pública, hoy saca a la luz el estado de salud de la administración de los bienes públicos. Ésta se refleja en el tipo de criterios -en términos de mediano y largo plazo- que los gobiernos adoptan cuando deciden a diario la asignación de los recursos públicos que administran. Es el verdadero estado de salud del Estado, el que permitirá conocer el orden de prioridad y el grado de prudencia con que se administran los bienes públicos. A su vez, éste reflejará el estado de salud de la transparencia, y el de su hermana melliza, la exigencia de rendición de cuentas. Podremos saber tras este “test de análisis extremo”, el estado de salud del mecanismo generador de estadistas íntegros, o el de su gran competencia, el sistema productor de mediocridad, corrupción y demagogia. La salud de uno es incompatible con la del otro.
La presión sobre de los sistemas de salud publica y la urgente necesidad de obtener de los ciudadanos las reacciones adecuadas ante un requerimiento extremo de cuidado personal y colectivo, exponen con claridad el estado de salud de la educación cívica que cada sociedad elige para que la represente. Al tribunal de este riguroso examen, se han de presentar cada uno de los actores responsables de la salud de la educación para la convivencia. Darán cuenta de lo que han sido capaces cada familia, cada escuela, cada empresa, cada entidad deportiva, cada credo religioso, del mismo modo que las universidades que emiten títulos a sus egresados. Crisis como la que se nos está evidenciando, tal vez revelen el verdadero estado de salud de los sistemas de generación de conocimiento científico, como de aquellos que generan y aumentan la inteligencia social; visto ambos como el resultado de la siembra y el cultivo no sólo de buena semillas para tener hoy investigadores y técnicos capaces de descubrir una vacuna o un medicamento; sino también para disponer de ese capital social, capaz de producir las mejores actitudes en el campo de convivencia y la transparencia, todos componentes imprescindibles para la lograr la permanencia del conjunto.
La situación de la salud y de la educación publica permite o dificulta que aparezcan en situaciones de extrema exigencia, los que son sin dudas, los indicadores del estado de salud de los valores que evidencian la cuantía del capital ético, el que a la postre se muestra en la calidad de la convivencia cotidiana, fuera de todo relato. En definitiva, es el estado de salud de la cultura es el que en el fondo hoy está siendo sometido a una durísima prueba. Las conductas personales y sociales dejarán en claro el estado de salud de aquellas cosas en que realmente creemos, y cuáles de ellas son efectivamente compartidas por el conjunto social.
El Covid-19 está sometiendo a prueba el estado de salud de las economías, ya que éstas deberán demostrar su capacidad de reacción ante una demanda extrema, que puede dejar atrás la manera en como hasta ahora se entendió el valor la riqueza, del dinero, del trabajo, de la inclusión, de la equidad, de la estabilidad, etc. De ellas depende en parte el estado de salud de empresas y organizaciones, ya que en lo demás, éste se juega junto a los demás factores ya enunciados.
Enfocando en especial el estado de salud de las empresas y organizaciones, esta crisis está siendo una enorme oportunidad -tal vez única por su hondura y extensión- para desplegar toda la inteligencia, la sensibilidad y la potencia para desarrollar estrategias y mecanismos creativos y empáticos para cuidar a la gente, favorecer un consumo consiente, asegurar equidad, brindar inclusión, comprometerse con los bienes públicos mas esenciales; y así ejercer un rol de ciudadanía que otras instituciones mas débiles-o desacreditadas- hoy no pueden desempeñar.
Una crisis de este envergadura, también ha de evidenciar el estado de salud de los sistemas y de los medios de comunicación social. No solo la obviedad de medir su alcance; sino -y por sobre todo- podrá verse cuánta confianza y empeño colectivo pueden generar o erosionar y hasta destruir.
Como vemos, tanto el diagnóstico como la perspectiva de una cura duradera, no solo dependen de percibir a tiempo la temperatura y los signos corporales de las personas enfermas; sino en la comprensión de las evidencias de un estado integral de salud colectiva, ese que son capaces de generarlas sociedades que están a la altura de su destino.