*Por Alicia Rolando www.ars-reportesustentable.comTodos los que trabajamos en la elaboración de reportes, interna o externamente a las compañías, hoy nos estamos preguntando de qué manera hacerlos más inteligentes, inteligibles, ágiles; sin que pierdan la seriedad de brindar información sobre indicadores claves que dan cuenta de los impactos ESG de las compañías.
Pero es imposible hablar de reporte sin hablar de la sustentabilidad. Nunca ha quedado más evidente que en los dos últimos años la necesidad de adaptación a los cambios del entorno, donde la pandemia apresuró procesos que se venían dando y dejó al descubierto que “business as usual” no alcanza para desempeñarse en un mundo en donde el cambio climático, la vulnerabilidad social y sanitaria y la inestabilidad geopolítica se han convertido en una constante. Este es el escenario en que emprendedores y líderes empresariales deberán demostrar su habilidad a la adaptación y definición de lo que incluye la sostenibilidad para su empresa, en un planeta en crisis ambiental y con desigualdades cada vez más marcadas en el acceso al desarrollo, al agua, a los alimentos y a la tecnología. Más allá de lo cambios habidos en las metodologías para reportar, el foco de a quien o quienes les hablan los reportes (inversores o público en general) así como los esfuerzos que
se están haciendo las organizaciones generadoras de las metodologías existentes – Global Reporting Initiative (GRI), CDP, Climate Disclosure Standards Board (CDSB), International Integrated Reporting Council (IIRC) and Sustainability Accounting Standards Board (SASB) – para tratar de hacer converger (armonizar) la información no financiera en una metodología común que simplifique la práctica de reportar, lo que subyace es lo que la empresa está haciendo para gestionar sus impactos, sus riesgos y sus oportunidades de generar valor.
El interés de los inversores ha crecido considerablemente forzando a grandes compañías (por ej. a algunas extractivas) a responder por sus impactos ambientales y a preguntarse en ese marco cómo se reinventarán para asegurar el futuro más verde y sostenible de sus inversiones.
Las empresas que forman parte de cadenas productivas globales también están sujetas a dar cuenta de su gestión de sustentabilidad, siendo requeridas y/o auditadas por clientes internacionales para brindar información sobre la gestión de su impacto en el cambio climático, derechos laborales y derechos humanos; y más aún cuando están radicadas en países de riesgo social en donde el trabajo informal y el trabajo infantil han crecido en el marco de la pandemia. El activismo social, el acceso a las redes sociales y la participación de las empresas en las mismas las han vuelto también, más vulnerables y expuestas (reputación, imagen).
En este marco, el análisis y la gestión de riesgo resultan una oportunidad para dar respuesta al viejo paradigma de la división entre el interés del negocio y la sustentabilidad, las últimas tendencias nos indican que los riesgos referidos a la sustentabilidad están allí acechando al desempeño, razón por la cual su gestión debe incorporarse al corazón del negocio.
Lo mismo, la apertura al diálogo social con los distintos públicos de interés, incluidos los inversores, es clave a la hora de poder identificar los temas de impacto que más les interesan (que no son estáticos) y que esperan que las empresas gestionen y les informen.
Así, riesgos y materialidad están en el corazón de la gestión de sustentabilidad y por ende del reporte, para que éste sea un instrumento útil a la administración de la compañía y a la comunicación con sus variados públicos.
Se suma a esta complejidad, que no todos quieren ser informados de la misma manera, hay que segmentar los públicos, utilizar diversos canales (pdf iteractivo, landings, micrositios, micrositios con actualización periódica de KPIs, videos, ilustraciones, mensajes de Instagram) para que la información que cuesta recopilar para hacer un reporte no sea letra muerta, sino vivencia compartida, ya que la sustentabilidad se construye con el otro.