Por Lic. Julieta Ramírez – Directora de Comunicación y Eventos del Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresaria (IARSE)
Simone de Beauvoir, filósofa defensora de los derechos de las mujeres, afirmó en 1960 que “La masa de mujeres queda al margen de la historia, y las circunstancias son para cada una de ellas un obstáculo y no un trampolín”. Hoy, tras años caracterizados por la búsqueda de igualdad de oportunidades, esta afirmación cobra un sentido diferente frente a un momento social, histórico y cultural de quiebre en el que las mujeres somos cada vez más conscientes de nuestros derechos, luchamos por ellos y reafirmamos nuestra necesidad de empoderarnos como colectivo.
La coyuntura actual nos demuestra que, si queremos crear economías más sólidas, alcanzar el desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de las comunidades, es fundamental empoderar a las mujeres para que participen plenamente de la vida económica, social y cultural.
El sector privado es un socio clave en la promoción de la igualdad de género y del empoderamiento de la mujer. Está comprobado que la diversidad de género ayuda a las empresas a alcanzar más rápida y eficazmente sus resultados; pero para garantizar fehacientemente la inclusión del talento de las mujeres, es necesario adoptar políticas específicamente dirigidas a tal fin.
Es en este marco que “Alcanzar la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres” es un objetivo en sí mismo dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por Naciones Unidas para poner fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad, y hacer frente al cambio climático. A lo largo de toda la propuesta, se incluyen además metas que reconocen específicamente al empoderamiento como parte de una solución y plantean deliberadamente la necesidad de aplicar cambios profundos a nivel jurídico y legislativo para garantizar los derechos y el liderazgo de las mujeres.
Esto se debe a que actualmente las mujeres seguimos teniendo una escasa representación en los cargos directivos y de liderazgo, ocupando menos de una tercera parte de los puestos de dirección de nivel medio y alto.
En el mundo, las mujeres en el mundo ganan 0,77 centavos por cada dólar que obtienen los hombres. Sin embargo, soportan una carga de trabajo de cuidados y doméstico no remunerado tres veces mayor que la de los hombres. Y si bien el 39 % de los países ha utilizado algún tipo de sistema para aumentar la representación de las mujeres en política, la paridad está lejos de ser una realidad: En la actualidad, sólo el 23,4% de los integrantes de los parlamentos nacionales son mujeres.
Esta división desigual del mercado laboral tiene lugar, en muchos casos, a costa del aprendizaje y el desarrollo de las mujeres y niñas, y de sus posibilidades de obtener un trabajo remunerado o llegar a desempeñarse como líderes comunitarias. Esto es un claro determinante cuando se analizan los patrones de desventajas y ventajas relativas, y la posición de las mujeres y los hombres en la economía.
Para hacer frente a las injusticias se necesita resolución y flexibilidad por parte de quienes emplean, tanto del sector público como del privado. Debemos construir un mundo del trabajo evolucionado, que integre y resulte distinto para las mujeres.
A medida que crecen, las niñas deben tener la posibilidad de acceder a una amplia variedad de carreras, y se las debe alentar a realizar elecciones que les permitan conseguir empleos en las empresas, la función pública o el liderazgo social. Esto exigirá además ajustes en la crianza, los programas de estudio, los ámbitos educativos y los estereotipos transmitidos por los medios de comunicación y la publicidad.
En medio de esta compleja trama se evidencia la necesidad de encarar cambios sencillos, pero de gran envergadura, que permitan que las mujeres tengan cada vez más participación y que las niñas tengan la libertad de crecer en un marco de igualdad. Todos los sectores deben comprometerse y realizar ajustes para incrementar el número de personas que acceden a un trabajo decente, lograr que ese conjunto sea inclusivo y diverso y hacer reales los beneficios para todas y todos que prevé la Agenda de Desarrollo Sostenible.
Estoy convencida de que es posible alcanzar un mundo igualitario, y será el género femenino quien lidere el cambio e impulse a todos los actores a involucrarse en la lucha por una sociedad más justa e inclusiva. Hoy y siempre, creo fuertemente en el poder transformador de las mujeres.