* Por Francisco Ulla, Responsable de Innovación de IARSE
Debemos cambiar, podemos cambiar ¿Vamos a cambiar? Con estas palabras se abrió el entrenamiento en Crisis Climática dictado por The Climate Reality Project en Minneapolis, Minnesota. Más de 1,100 personas nos reunimos allí para ser entrenados como líderes de realidad climática por funcionarios electos, líderes empresariales, expertos en comunicaciones, científicos y Al Gore. Esta capacitación nos permitió adquirir las habilidades y el conocimiento para abordar la crisis climática, comunicarse con diferentes audiencias e implementar soluciones climáticas justas y ambiciosas en nuestras comunidades.
A diario escuchamos hablar y observamos fenómenos climáticos como el derretimiento de los glaciares, el aumento de los mares y el ascenso de la temperatura global. Un ejemplo actual es el caso del incendio en el Amazonas; Hasta el momento, se detectaron 9.507 incendios forestales, principalmente en la cuenca del Amazonas, hogar del bosque tropical más grande del mundo y al que se considera vital para contrarrestar el calentamiento global. El incendio se extiende a través de los estados de Acre, Rondônia, Mato Grosso y Mato Grosso do Sul, llegando a la triple frontera entre Brasil, Bolivia y Paraguay.
Con el río más grande del mundo y una fuente de riqueza natural donde conviven innumerables especies de animales y plantas, la Amazonía es hogar de 34 millones de personas, con más de 350 grupos indígenas que se verán terriblemente afectadas por los incendios.
Esto es un llamado de atención. Como humanidad, nos urge cambiar y actuar con compromiso para resolver la crisis climática. Sin embargo, como sociedad, pareciera que nos cuesta asociar esta crisis climática con las catástrofes naturales de las que a diario somos testigos.
Según el Climate Vulnerability Monitor, los impactos del cambio climático podrían reducir el PIB de Argentina en un 1,5% anual para 2030. En la actualidad, nuestro país, es el decimoctavo emisor más grande del mundo y representa el 0.91 por ciento de las emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero globales anuales.
Ya no podemos negar que la crisis climática afecta a nuestro sistema de sumistro de alimentos, que amenaza con la desertificación de los suelos, incrementa el riesgo de plagas, incendios, inundaciones, etc. También afecta al agua que usamos para producción y para consumo doméstico. Además, no olvidemos los efectos que este fenómeno tiene sobre nuestra salud; por ejemplo la contaminación del aire y sus consecuencias en la salud respiratoria; y hasta los efectos que se perciben a nivel de la salud mental.
La buena noticia es que todavía podemos cambiar. Gracias a la toma de conciencia y a los desarrollos tecnológicos, surgidos e impulsados por esta crisis, estamos aumentado la capacidad de producción de energías a través de fuentes limpias; esto a permitido la disminución en los costos y cada vez más, este tipo de tecnologías se hacen visibles en techos de escuelas y organizaciones de todo tipo. Esto, demuestra que existe esfuerzo y compromiso para revertir la crisis. Comenzamos a ver más transportes de bajas emisiones o nulas y muchos de nosotros empezamos a ser conscientes de los alimentos que consumimos.
Vamos a cambiar si apostamos enérgicamente a la educación y tomamos esta vía para concientizar. Todo aquello que hagamos en pos de la crisis climática va a tener sentido si lo transmitimos a todos los miembros de la sociedad, a nuestras compañías y a la totalidad de nuestra red de relaciones. Y claro, no olvidar que si lo hacemos desde el ejemplo, el impacto no solo que va a ser mayor sino que va a ser verdadero.
“La evolución humana es un esfuerzo continuo del hombre por adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello necesita conocer la realidad del ambiente y prever el sentido de las propias adaptaciones: los cambios de su perfección ”, a esta frase de José Ingenieros la podemos relacionar con el cambio climático y con nuestra relación y adaptación a nuestro medio. Necesitamos maximizar nuestra sensibilización por la crisis climática para conectarnos aun más con la naturaleza y así, de una vez por todas entender que ella no es nuestra proveedora sino que nosotros somos parte de ella.
Hoy tenemos el reto en nuestras manos, somos la generación que puede hacer la transformación, la pregunta es ¿Aceptamos el compromiso?.