*Por Paulina Ascorti, Coordinadora de Comunicación de IARSE
Los medios de comunicación construyen su agenda en función de los temas que consideran más relevantes transmitir al público. Con el surgimiento del COVID-19, sus agendas se reestructuraron completamente y centraron gran parte de su atención en la pandemia.
Como consecuencia, otros temas cuentan con menor visibilidad. A pesar de que las estadísticas actuales muestran cifras desalentadoras con respecto al trabajo infantil a nivel mundial, no es común encontrar este tema en agenda. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se estima que hay 152 millones de niños en situación de trabajo infantil, y 72 millones de ellos realizan tareas peligrosas.
Los niños, niñas y adolescentes no están exentos de sufrir las consecuencias que el contexto sanitario provoca en el mercado laboral y la economía mundial. La crisis sanitaria y económica global sin dudas va a afectar los avances en materia de lucha y erradicación del trabajo infantil, e incluso se puede inferir que provocará un aumento en los números: millones de niños niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad estarán expuestos al trabajo infantil.
La propensión al trabajo infantil en Argentina siguió una tendencia muy positiva entre 2010 y 2017 en Argentina, pero en el año 2019 la situación se revirtió en el marco de la crisis, afectando especialmente a adolescentes de estratos sociales medios.
El documento “COVID-19 y el trabajo infantil: una época de crisis, una época para actuar” publicado y elaborado por OIT y UNICEF, recopila las evidencias que crisis sanitarias anteriores dejaron y expone la estrecha relación entre COVID – 19 y trabajo infantil.
En hogares azotados por la pandemia, el trabajo infantil se convierte en una estrategia de supervivencia. La pérdida de empleo de los adultos activos laboralmente por la contracción de la economía, la muerte de los sostenes de familia en manos del coronavirus y/o la necesidad de cuidado de algún familiar infectado eleva el número de menores de edad que asumen responsabilidades adultas.
Sin dudas, el trabajo infantil responde tanto a cuestiones de orden estructural como culturales. Considero que un primer paso para buscar solución a los problemas es hacerlos conscientes – y con esto me refiero a ponerlos en el tapete para debatirlos – y el siguiente paso es desnaturalizarlos. ¿Cuántos mitos y creencias en torno a la niñez y el trabajo infantil tenemos naturalizadas como sociedad? Las palabras construyen realidades y desde el principio de los tiempos hemos construido – de manera inconsciente, pero no por eso somos menos responsables – las bases propicias para que el trabajo infantil suceda de manera justificada.
Parte fundamental de trabajar para erradicar el trabajo infantil es destruir ideas y creencias incorporadas que contribuyen a invisibilizar la problemática: “Es mejor que un niño trabaje a que esté robando”. Comunicadores y medios de comunicación debemos asumir el compromiso de trabajar por erradicar también los discursos que respaldan el trabajo infantil y los disfrazan como una forma de control social o una política de prevención de la criminalidad.
¿Cómo podemos desde nuestro rol de comunicadores contribuir a la lucha por la erradicación del trabajo infantil?
Según la Guía para Periodistas y Comunicadores que forma parte del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil podemos enumerar algunos consejos para poder tratar esta temática de manera responsable:
Sin embargo, velar por los derechos de los niños no es sólo trabajo de algunos profesionales o sectores, va más allá de organizaciones particulares. Sólo las alianzas, el trabajo conjunto y la cooperación permitirán proteger a los niños y entender que se trata de una lucha que beneficiará al futuro de toda la humanidad.