*Por Julieta Ramírez, Directora de RRII y Comunicaciones de IARSE
Transcurridas ya dos semanas desde la Marcha y Paro por el Día Internacional de la Mujer #8M, queda cada vez más claro que estamos atravesando un momento social, histórico y cultural de quiebre en el que las mujeres somos cada vez más conscientes de nuestros derechos, luchamos por ellos y reafirmamos nuestra necesidad de empoderarnos como colectivo.
El empoderamiento de las mujeres debe ser uno de los principales objetivos que se persigan desde todos los sectores; Estado, Empresas y Sociedad Civil. Sin embargo, en este contexto es imprescindible cuestionarse ¿Hasta dónde hemos llegado en el esfuerzo por transformar este consenso en resultados tangibles para las mujeres, jóvenes y niñas?
La igualdad de género es un derecho fundamental, y la base necesaria para conseguir un mundo pacífico, próspero y sostenible. La realización de este derecho representa una oportunidad única para afrontar los desafíos más urgentes de nuestro tiempo, desde la crisis económica hasta el cambio climático, la violencia contra las mujeres y la escalada de conflictos sociales.
La discriminación de género, que continúa dificultando a las mujeres, es un obstáculo para la sociedad global. Las desigualdades impactan en todas y cada una de las dimensiones del desarrollo sostenible.
Si bien actualmente hay un pico histórico de acceso a la educación por parte de las mujeres, éstas siguen luchando por encontrar un trabajo digno o acceder a condiciones laborales equitativas. Según datos de Naciones Unidas, la diferencia salarial de género permanece en un 24% a nivel mundial y, si no se toman medidas firmes, pasarán 68 años antes lograr la igualdad en esta materia.
Siguiendo con las conclusiones del Informe de ONU Mujeres “Hacer las promesas realidad: La Igualdad de Género en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, la tasa de actividad de las mujeres es del 63%, mientras que la de los hombres es del 94% – básicamente, a escala mundial, tres de cada cuatro hombres en edad de trabajar forman parte de la población activa, mientras sólo el 50% de las mujeres lo hace «.
Las mujeres constituyen la mitad de los desempleados en América Latina, representando 12,7 millones de los 25,5 millones de personas en esa situación. La tasa de desocupación femenina esperada en 2019, de 9,7%, es notoriamente superior al 6,9% de los hombres, según datos del informe de Perspectivas de la OIT.
Las estadísticas para Argentina no son diferentes. Según un estudio sobre desarrollo profesional realizado por Adecco Argentina, sólo 4 de cada 10 puestos de alta dirección son ocupados por mujeres y un 23% de los encuestados afirmó que no consideran que exista igualdad laboral entre hombres y mujeres.
Esta situación debería, como mínimo, suscitar preocupación. A menos de que se cambie la trayectoria actual y se tomen decisiones de política que consideren la igualdad de género como una cuestión central, la situación probablemente siga deteriorándose ante la perspectiva de un futuro incierto.
Un futuro del trabajo mejor para las mujeres sólo puede hacerse realidad poniendo fin a la discriminación y a las desventajas, y superando los estereotipos arraigados en relación con el rol de las mujeres en la sociedad, el valor de su trabajo y su posición en el mercado de trabajo.
Numerosas experiencias demuestran que cuando las compañías asumen el compromiso de trabajar para reducir las brechas de género y promover la diversidad dentro de las organizaciones, consiguen tener un mayor entendimiento de los mercados, así como también mejores resultados en términos de clima laboral, sentido de pertenencia, motivación y satisfacción de los colaboradores y colaboradoras.
De acuerdo a una investigación encarada por el Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21, el 55,6% de los trabajadores asegura sentirse más valorado y orgulloso de pertenecer a una organización o empresa cuando su líder es una mujer. Asimismo, en cuanto al desenvolvimiento del equipo de trabajo, el 45% de los trabajadores con líderes mujeres manifiesta una mayor satisfacción con el nivel de colaboración y el 31% con el nivel de creatividad logrado por sus equipos.
Son muchas las maneras de contribuir; teniendo en cuenta la capacidad de innovación, experiencia e inversión del sector privado. Es fundamental que las empresas asuman su responsabilidad en el desarrollo de aptitudes – apoyando la educación de niñas y adolescentes – y reteniendo el talento femenino, a partir del desarrollo de entornos de trabajo flexibles que permitan conciliar la vida familiar con el desarrollo laboral.
Si queremos crear economías más sólidas, alcanzar el desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de las comunidades, es fundamental empoderar a las mujeres para que participen plenamente de la vida económica, social y cultural. Esta compleja trama evidencia la necesidad de encarar cambios sencillos, pero de gran envergadura, que permitan que las mujeres tengan cada vez más participación y que las niñas tengan la libertad de crecer en un marco de igualdad.
Como plantea la OIT en su reciente publicación “En pos de un mejor futuro del trabajo para todos”, existen seis caminos básicos que conducirán a la igualdad de género en el mundo del trabajo:
• Un futuro del trabajo en el que las mujeres y los hombres tengan igualdad de oportunidades.
• Un futuro del trabajo libre de discriminación, violencia y acoso.
• Un futuro del trabajo en el que el trabajo realizado por las mujeres se reconozca y valore.
• Un futuro del trabajo en el que más mujeres abran el camino.
• Un futuro del trabajo con licencia de maternidad, de paternidad y parental inclusivas.
• Un futuro del trabajo con tiempo para cuidar
Invertir en las mujeres, en su formación y empoderamiento, y en la igualdad de oportunidades, se traslada en beneficios para todos: familias y comunidades más saludables, y un planeta más sostenible. Como dijo Chimamanda Ngozi Adichie “La cultura no hace a la gente. La gente hace la cultura. Si es verdad que no forma parte de nuestra cultura el hecho de que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho, entonces podemos y debemos cambiar nuestra cultura”.