Está demostrado que las mujeres tienen menos oportunidades de trabajo, mayores dificultades para acceder a empleos calificados y jerárquicos, peores condiciones de trabajo y de salario, y menos derechos laborales; debido a una especial discriminación por razones de género. Sin embargo, a la fecha no se conocían estadísticas confiables que permitieran determinar si existe una brecha entre hombres y mujeres en cuanto a la calidad de vida y el bienestar laboral.
Con este objetivo, el Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21, desarrolló una investigación en la que analizó cuatro dimensiones:
Se hicieron más de 1.000 encuestas a personas de entre 18 y 65 años de edad, residentes en las diferentes regiones del territorio nacional (Ciudad de Buenos Aires, Comodoro Rivadavia, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Rosario y San Miguel de Tucumán).
Los resultados dan cuenta de la presión social a la que aún hoy están sometidas las mujeres, a causa no sólo del sexismo que sufren en ámbito laboral, sino también de la desigual distribución del trabajo, en la que las mujeres se encargan de tareas productivas, reproductivas, domésticas y de cuidado a la vez.
Según el Observatorio, el conflicto familia-trabajo hace referencia a aquel que se presenta cuando las las presiones que resultan del trabajo y las presiones familiares son mutuamente incompatibles. En esta dimensión, los resultados obtenidos dan cuenta de una situación más desfavorable para las mujeres. El estudio afirma que “el 18.6% de las mujeres señalan que “siempre o casi siempre” no les queda tiempo para realizar sus hobbies, mientras que en los hombres esta cifra es un 4.2% inferior. Además, el 13.8% de las mujeres señala que “siempre o casi siempre” le resulta difícil concentrarse en su trabajo por estar preocupadas en asuntos domésticos, mientras que este porcentaje en los hombres no alcanza el 10%”.
En la categoría Estrés y agotamiento, la investigación encontró un promedio de estrés y agotamiento significativamente más alto en las mujeres. “Al analizar los ítems, se aprecia que el 33.2% de las mujeres señala que “siempre o casi siempre” se encuentran agotadas después de la jornada laboral, mientras que esta cifra se reduce al 25.8% en hombres. Sumado a ello, el 27.2% de las mujeres comunicó que cada vez se les hace más difícil comenzar una nueva jornada laboral, mientras que esta cifra es casi un 10% menor en los hombres (17.6%). Otro aspecto a destacar, es que el 31.6% de las mujeres señala que le resulta difícil relajarse después de un día de trabajo, mientras que este porcentaje disminuye a un 23% en los hombres”, detalla el Observatorio.
Diferentes análisis demuestran que realizar actividades de ocio tras la jornada laboral mejora el funcionamiento psicológico de las personas, lo que permite su recuperación ante situaciones de estrés y el aumento de los niveles de compromiso y proactividad en el trabajo. En cuanto a esta dimensión, los resultados de la investigación indican que las mujeres sufren mayores dificultades para recuperarse luego de una jornada laboral: “Por ejemplo, el 13.6% de las mujeres señala que nunca se toma tiempo para descansar luego de su jornada laboral, mientras que esta cifra es inferior al 10% en hombres. Además, el 27.1% señaló que nunca puede olvidarse del trabajo cuando termina su jornada laboral, siendo inferior el porcentaje en hombres (24.8%)”.
Finalmente la salud mental en el trabajo es un factor central en la calidad de vida de las personas. En esta categoría, se observa que las mujeres padecen una mayor prevalencia de síntomas asociados a ansiedad, depresión, estrés y somatizaciones. “El 10.8% de los hombres señala que “casi todos los días” siente tensión y dolor muscular, mientras que esta cifra es duplicada en las mujeres (23%). Valores semejantes se observan al considerar los niveles de agotamiento. El 6.8% de los hombres comunica que “casi todos los días” se siente cansado o fatigado, mientras que en las mujeres esta cifra se duplica (13.1%)”, determina la investigación. Además, el estudio señala que las mujeres se ven expuestas a mayores niveles de ansiedad, retardo o agitación motora, problemas de concentración, decaimiento y anhedonia (pérdida generalizada del placer o interés).